Desaparecían sigilosamente, como si nunca hubieran resbalado por aquellas mejillas de terciopelo, como si nunca hubieran empañado aquellos dulces ojos negros, como si nunca hubieran destrozado su corazón. A mí no me quedaba otra alternativa que ofrecerle mi pañuelo y mi hombro, susurrándole al oído que ese tipo no era bueno para ella, que ya encontraría el adecuado, “uno de estos días, ya verás...”. Y, mientras ella se recuperaba y volvía a intentarlo con otro fulano, yo gritaba en silencio: “¡no es él, soy yo!” y aguardaba, pañuelo en ristre, para añadir a mi extensa colección sus siguientes lágrimas.
Finalista VIII Certamen Microrrelatos Mairena del Aljarafe (diciembre 2021)
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