Llevaba siglos dormitando en aquella cueva, despertando tan solo ocasionalmente para reducir a cenizas a desventurados caballeros que se jugaban la vida por conseguir una de sus brillantes escamas. Nunca llegó a saber por qué aquella vez fue distinta pero, al abrir las fauces para invocar la llamarada, sus ojos se cruzaron con los del aventurero de turno y prendió en ellos una chispa nueva, diferente, inextinguible. Esta vez el fuego los consumió a ambos por igual y unos meses más tarde aquel antro, antaño inhóspito, bullía de hombrecitos alados y escamosos que jugaban a achicharrar caballeros de trapo bajo la atenta mirada de su imponente madre, toda orgullosa, y de su apuesto padre, ya sin armadura.
Finalista mensual en el Concurso de Microrrelatos de RTV Lavapiés (abril 2024)
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