Desde que llegó, el nuevo curita está desbordado por el desorbitado volumen de confesiones que debe atender: todas las mujeres del pueblo, con su lista de pecadillos, desfilan a diario por la celosía de madera. Da lo mismo que las faltas sean triviales o que no se pise la iglesia desde hace una década, el caso es poder ver esa cara de ángel y escuchar esa voz celestial, aunque sea susurrando: “un padrenuestro y tres avemarías”.
Publicado en la web de Adella Brac (Reto 5 líneas, marzo 2024)
Un párroco seductor que no sabe de su atractivo. Muy bien narrado. Un placer descubrirte a través del reto de Adella.
ResponderEliminarUn abrazo.