miércoles, 31 de mayo de 2023

AGENTE INFILTRADO

Caminó por la alameda procurando no llamar la atención, pisando suavemente para no hacer crujir la alfombra de hojas secas, camuflándose de sombra en sombra para no ser visto desde la casa, vigilando las ventanas por si alguna se encendía en la noche sin luna.

Al acercarse a la fachada, rehuyó la puerta principal y dio un amplio rodeo, corriendo agachado tras los macizos de boj artísticamente recortados hasta alcanzar la entrada lateral. Sabía que estaría abierta, pero una pizca de aprensión le anudaba el estómago hasta comprobar que, en efecto, el picaporte giraba sigilosamente, franqueándole el paso al interior de la cocina.

Tenía la boca seca. Si abría la nevera, seguramente encontraría algo con lo que calmar su sed, pero el ruido podría delatarlo así que lo dejó correr. Esquivó con habilidad la mesa de comedor situada en el centro de la estancia, birlando al pasar un par de galletas de la bandeja que la adornaba y que fueron a parar a su bolsillo, para comérselas después, más tranquilo. Al llegar a la puerta oscilante la entreabrió ligeramente, tan sólo una rendija para asomar la nariz y cerciorarse de que el pasillo estaba como debía estar: desierto.

Se deslizó furtivamente sobre las mullidas alfombras, silencioso como un gato, casi de puntillas al subir por las escaleras hacia el piso superior, donde dormía la familia. El leve crujido de un peldaño bajo sus pies restalló en sus oídos como un cañonazo: se detuvo a escuchar, alerta, conteniendo la respiración, pero transcurrieron los segundos y nada sucedía, ni voces de alarma, ni gritos asustados, ni furiosos rugidos preguntando “¿quién anda ahí?”. Soltó el aire despacio y prosiguió el ascenso hasta ganar el rellano, donde permaneció un instante con las orejas bien abiertas por si detectaba el más mínimo movimiento en los dormitorios. Nada.

Más tranquilo, avanzó hacia el cuarto del fondo y, manipulando la puerta con sumo cuidado -sabía que chirriaba de vez en cuando-, se coló dentro y la cerró tras de sí, apoyando en ella la espalda con un profundo suspiro de alivio.

- Has tardado mucho.

El murmullo apagado lo tomó por sorpresa y le hizo dar un respingo. Ahogó una exclamación y pulsó el interruptor de la luz.

- ¿Qué haces tú aquí?

El niño, frotándose los ojos adormilados, se incorporó en el sillón donde estaba hecho un ovillo. Al hacerlo, cayó al suelo la chaqueta que lo cubría, revelando un pijama estampado con dinosaurios.

- Te estaba esperando.

- Pues no deberías. Anda, vete a la cama.

El niño lo miró, completamente despierto ahora, con una expresión cómplice en su carita risueña.

- ¿Lo hice bien?

- Fenomenal. Eres un monstruo.

El pequeño se hinchó de orgullo.

- No fue fácil, no te creas. Mamá se acostó tardísimo y casi me quedo dormido. Pero me había puesto el despertador -concluyó, muy satisfecho consigo mismo.

- Genial, muchas gracias.

- ¿La próxima vez me llevarás contigo?

El muchacho miró los ojos brillantes, la esperanza pintada en el rostro inocente, y recordó la fiesta que le había ocupado la noche: música, alcohol, vocabulario más que subido de tono, bromas soeces, caos por doquier. No era su estilo. Ni siquiera sabía bien por qué había ido, seguramente por llevar la contraria a su padre, que se lo había prohibido tajantemente.

- ¿Y entonces quién me iba a cubrir aquí las espaldas? ¿Quién me abriría la puerta de la cocina? Eres mi agente infiltrado, colega, mi salvavidas.

Le revolvió cariñosamente el pelo ya revuelto. El niño hizo un mohín complacido y salió a la carrera del cuarto, dando por finalizada la excitante aventura. El hermano sonrió divertido, consciente de que, en unos pocos años, los papeles se invertirían y sería él quién encubriría las escapadas nocturnas del benjamín, ávido de sus propias fiestas prohibidas.

En el dormitorio principal, la madre regresó a su cama.

- Todo en orden -susurró ante la muda pregunta del marido.

Segundo Premio en la 8ª edición del Concurso de Relato "Madrid Sky" (Asociación Primaduroverales), junio 2021

martes, 30 de mayo de 2023

NUEVOS TIEMPOS, NUEVAS SOLUCIONES

- La adaptación no va a ser fácil, señoras y señores, pero les pedimos paciencia y comprensión. En estos tiempos tan duros, tenemos que invertir en nuestra propia salud ante todo.

Los miembros del jurado avanzaron en ordenada hilera para ocupar su lugar en las sillas plegables, distribuidas por los diversos parterres del jardín, y se acomodaron las mascarillas que les había cedido amablemente el Ministerio de Industria hasta que finalizara la producción de las oficiales con el logo de Justicia.

Su señoría atravesó el seto y se instaló a la sombra del emparrado. Comprobó que el fiscal se encontraba junto a las hortensias, el abogado defensor entre las azaleas, y el acusado sentado al estilo indio en el sendero de gravilla, y con un martillazo en el banco de hierro colado dio comienzo al proceso en este nuevo escenario, insólito aunque agradablemente perfumado.

 Publicado en el Concurso de Microrrelatos sobre Abogados (mayo 2021)

lunes, 29 de mayo de 2023

AMIGO FIEL

Una mañana como otra cualquiera. El hombre se levanta, se avía, toma un rápido desayuno -ya almorzará como es debido más tarde, en el campo, con lo que la mujer le haya puesto en el talego-, y se apresta a comenzar la jornada. Es temprano aún, el sol está rayando el horizonte con un tímido brillo ambarino que baña los campos de color miel. Aún así, su fiel compañero ya le espera en la puerta, golpeteando impacientes sus cascos en los adoquines del patio.

El hombre se acerca con calma, no hace falta correr, las mieses no van a ir a ninguna parte. Le da unas palmaditas en el lomo, le tironea de las crines hirsutas, pega a su morro la mano callosa. El animal saborea el terrón de azúcar que ésta esconde, con fruición y con presteza: sabe que si aparece la mujer les regañará a los dos por ese capricho, inocente pero indebido. Aquí llega, demasiado tarde: la golosina ha desaparecido sin dejar rastro y ambos compinches la miran, todo inocencia los ojos viejos, todo inocencia los redondos ojos.

La mujer, sin sospechar la pequeña triquiñuela, asegura el pesado talego y sacude la cabeza en señal de despedida, antes de volver a sus quehaceres. La jornada es larga y el trabajo arduo.

Por fin están listos. El hombre se encarama al lomo del animal, se acomoda sobre la tosca manta y emite un chasquido con la lengua. El asno agita las orejas e inicia la marcha. Franquea el portalón del patio, desciende la cuesta, sale al camino, llega al campo. No necesita ninguna indicación, se sabe el trayecto de memoria: es el mismo de cada día, desde hace ya tantos años que le parece que no ha hecho otra cosa en su vida. Patio, cuesta, camino, campo. Patio, cuesta, camino, campo. Y al caer la tarde lo contrario: campo, camino, cuesta, patio. Y al llegar a casa, un buen cubo de agua fresca y una bala de sabroso heno. ¿Quién dijo que los burros no tienen paraíso?

Mientras el hombre se afana con la hoz, bajo el sol que ya calienta lo suyo, él puede deleitarse con la hierba tierna cercana al río, a la sombra de los sauces, pero sin quitar ojo al talego que descansa en una grieta rocosa, al fresco; sabe que cuando el hombre lo abra para almorzar, siempre habrá una jugosa zanahoria para él.

Ese día, sin embargo, algo es diferente. Ha pasado mucho rato y el talego sigue en su lugar, intacto. El sol declina ya hacia las montañas pero el hombre no ha venido a por su comida. El animal suspira por su zanahoria y decide ir a investigar. Se aparta de la arboleda y cruza el campo, levantando polvo al triturar los terrones con sus pezuñas. Anda, el hombre está durmiendo la siesta. Pero, ¿por qué a pleno sol? ¿Y por qué en esa postura tan incómoda?

El asno se acerca, olisquea, resopla entre dientes. Nada. Agacha la cabeza, le empuja el hombro con el morro, rebuzna. Nada. Patea el suelo con fuerza, rebuzna de nuevo. Está asustado: algo no va bien. Rebuzna más alto, vuelve a patear. Por fin, el hombre abre los ojos lentamente, hace una mueca de dolor, respira profundo, muy despacio.

- Eh, amigo, échame una mano -murmura.

El burro se apresura a poner la cabeza al alcance del brazo tendido. El hombre se agarra del ronzal y trata de levantarse pero le fallan las fuerzas. El animal espera, paciente. Al segundo intento, afianza bien las patas en la tierra y tira de la cuerda, con suave insistencia, hasta que el hombre consigue ponerse en pie. Jadea con dificultad, como si le costase meter el aire en los pulmones.

Despacito, se dirigen los dos hacia un montón de pedruscos, que el hombre escala para poder alzarse hasta el lomo del asno. Le lleva un rato pero finalmente alcanza su objetivo y, medio sentado medio derrumbado sobre el cuello peludo, le susurra al oído:

- Vamos a casa, compañero.

Obediente, inicia el retorno por el conocido camino, sube la cuesta, entra en el patio. Aún es pronto, no se ha puesto el sol, no los esperan. El animal rebuzna con fuerza, siente que el hombre se desliza hacia el suelo, arrastrando la manta con él, teme que se haga daño. Un grito de alarma, la mujer corre hacia ellos, atrapa a su marido en sus nervudos brazos y lo deposita con cuidado sobre los adoquines. Un chiquillo asoma la cabeza por la puerta de la cocina, curioso, y al ver la escena abre mucho los ojos y sale disparado, sin mediar palabra: sabe dónde vive el médico.

Es muy tarde cuando la mujer sale al patio y conduce al jumento al establo. Le da de comer y de beber, le acaricia la testuz con sus manos ásperas. En su rostro se aprecian surcos de lágrimas. El asno se remueve, inquieto. Para su sorpresa, antes de retirarse la mujer le obsequia con un terrón de azúcar. Goloso, lo mastica y se relame. ¿Será una buena señal o todo lo contrario?

Pasan varias semanas sin que el hombre pise la cuadra. Es el chiquillo quien va a verlo a diario, lo cepilla, le pone agua limpia y paja fresca, le hace dar vueltas por el patio para que no se le agarroten las patas, que ya tienen sus años. Y todos los días, sin faltar uno, le lleva una enorme y suculenta zanahoria, que él engulle con agrado.

Por fin, una soleada mañana, aparece el hombre sonriente, vestido de domingo con la camisa blanca abotonada hasta el cuello y la boina buena. Monta en su lomo, como de costumbre, pero no salen del patio empedrado. El hombre está quieto, muy tieso, y frente a ellos un individuo extraño con un extraño aparato entre las manos que lanza de pronto un fogonazo y una nubecilla de humo. Y ya está, de vuelta al establo, sin cruzar el patio ni bajar la cuesta ni tomar el camino ni llegar al campo, sin hierba tierna ni sombra de sauce. Al día siguiente ya tendrán tiempo de retomar la rutina, con calma, sin correr, los dos juntos, como siempre.

Y sobre la mesilla de noche, la fotografía enmarcada de los dos compañeros. Un recuerdo permanente de ese amigo fiel que un día le salvó la vida.

Primer Premio en el IV Concurso de Relato "Una Imagen y Mil Palabras" (Ayuntamiento San Pedro de Gaíllos, Segovia), mayo 2021

domingo, 28 de mayo de 2023

VEINTISIETE

- ¡Veintisiete!

La mujer levantó el papelito arrugado entre sus dedos: era su turno. Avanzó hacia la mesa y se sentó frente al joven que tecleaba en el ordenador. Contó los segundos hasta que dejó de escribir y la miró a los ojos: veintisiete.

Le tendió un fajo de papeles y él los revisó brevemente antes de dejarlos sobre el escritorio y volver a teclear. La mujer aprovechó para estudiar sus manos. Manos de músico, aunque le faltaba la confianza para preguntarle por su instrumento favorito. Manos de amante, aunque le faltaba el valor para inclinarse sobre la mesa y robarle un beso.

Parpadeó, confusa, al advertir su mirada inquisitiva.

- ¿Qué?

- Veintisiete euros.

- Ah.

- Y una firmita.

Con dedos trémulos, estampó en el impreso una penosa imitación de su propia firma, recogió la copia sellada de los documentos y, sin ninguna excusa para prolongar más la gestión, se despidió con un escueto cabeceo.

El joven sonrió y archivó la solicitud. Era ya el expediente número veintisiete de la insistente señora. Luego, la observó disimuladamente mientras cruzaba la sala rumbo a la puerta y suspiró ante el sutil contoneo de aquella falda de cuadros que le traía loco.

Finalista en la I edición del Certamen "Un amor, cualquier amor" (Bibliotecas Municipales de Leganés), abril 2021

sábado, 27 de mayo de 2023

INIMITABLE

Ayer cayó en mis manos el cuaderno de lengua de mi hija de siete años. En la última página estaban anotados sus deberes para el fin de semana: comentar el refrán “Ojos que no ven, corazón que no siente”.

Lo primero que a mí me vino a la cabeza fue: “si me como los dos últimos cuadros de una tableta de chocolate y hago desaparecer el envoltorio, nadie lo echará de menos”. En cambio, ella había escrito: “me parece injusto que los ciegos no puedan enamorarse. ¿Acaso, sólo porque no ven, un beso no puede estremecerles hasta que se les encojan los dedos de los pies dentro de los zapatos?”

No sé cuanto tiempo estuve de pie en la cocina mirando boquiabierta el cuaderno, pero debió ser bastante porque ella tuvo tiempo de volver de su clase de música. Muy seria, agitó un estuche alargado ante mis narices, y me espetó: “la melodía del universo no cabe en una flauta mamá, tienes que comprarme un instrumento más grande”.

Aún no he decidido si tengo una hija extraordinaria o si debo empezar a preocuparme. Lo que sí tengo claro es que no cabe imitación posible.

Mención de Honor en la I edición del Certamen "Un amor, cualquier amor" (Bibliotecas Municipales de Leganés), abril 2021

viernes, 26 de mayo de 2023

DRAGONES

Cuando era pequeña, me escapaba de la masía mientras la abuela dormía la siesta, me tumbaba en el prado, entre amapolas y margaritas, y esperaba. Esperaba hasta sentir la leve vibración del suelo y entonces me asomaba por encima de las hierbas altas para ver cómo la cabeza del monstruo emergía de su cueva rugiendo y resoplando, con los ojos chispeantes y su largo cuerpo serpenteando entre los campos. Y soñaba con domarlo algún día y cabalgar sobre él rumbo a tierras desconocidas, tierras de tesoros, tierras de magia, tierras de libertad.

La cruda realidad es que tengo que lidiar todas las mañanas con ese dragón para llegar hasta la oficina, y de nuevo al caer la tarde para regresar a casa, donde mi hijita espera ansiosa escuchar mis peripecias a lo largo del trayecto. Cada noche una aventura distinta: salvar a un príncipe en apuros en Hospitalet, derrotar a un malvado brujo en Molins de Rei, localizar una joya perdida en Martorell.

Y al llegar las vacaciones estivales, el dragón se torna benévolo y nos devuelve a las tierras de mi niñez, donde soñamos juntas con monstruos y caballeros, tumbadas en el prado, entre amapolas y margaritas.

Finalista en el Certamen "Mujeres y Viajeras" (Renfe Rodalíes Catalunya), abril 2021

jueves, 25 de mayo de 2023

TRAIDOR

Os van a desahuciar uno de estos días”: ya nos lo avisó el abogado. La vivienda está situada en terreno urbano, eso sí, pero el material que utilizamos para construir el refugio temporal que se ha convertido en nuestro hogar no figura en la lista de los permitidos por el Ayuntamiento, así que nos han denegado el recurso. Durante casi una semana hicimos huelga de hambre, a ver si los concejales le daban carpetazo al asunto aunque sólo fuera por evitar la mala prensa, pero no funcionó. Cuando apareció el abogado, traía cara larga y un montón de papeles para firmar. Justo detrás venía la bola de demolición. Lloramos al salir, cargados con pocas maletas y muchos recuerdos. El perro fue el más resiliente: el día anterior se había instalado ya en la caseta vacía del vecino de al lado. El muy traidor.

Publicado en el Concurso de Microrrelatos sobre Abogados (marzo 2021)

 

miércoles, 24 de mayo de 2023

¿VERDAD O VEROSIMILITUD?

Nos han mandado en la escuela una redacción sobre las vacaciones. Todos los años tengo el mismo problema y, al final, termino poniendo lo de siempre: la casa en el pueblo, salidas en bici con la pandilla, la hora de la siesta leyendo cómics a escondidas, paseos nocturnos con los abuelos por las huertas. En resumen, lo que me contaba mamá de su infancia. Porque si cuento que papá me lleva a su hogar en el fondo del océano, que juego al escondite con estrellas de mar, y que he intentado ligar con una sirena, ya me parece oír a la profe susurrando: “qué imaginación”.

Finalista Relatos En Cadena (junio 2020)

martes, 23 de mayo de 2023

TRAICIÓN

Miré por la ventanilla del avión: Madrid se difuminaba en la distancia, entre jirones de nubes. Me acomodé en el asiento y cerré los ojos. Había sido fácil. El guardia del museo no había sospechado nada y la milenaria estatuilla reposaba entre goma espuma en mi maletín, a buen recaudo bajo el asiento delantero. Me bebí el café que me ofreció la azafata, que me pareció vagamente familiar. Cuando desperté estábamos en tierra, todos habían desembarcado, y el sobrecargo me juraba que en ese vuelo no había ninguna azafata pelirroja.

Finalista del Concurso de Microrrelatos "Microhistorias desde el encierro" (Museo de Historia de Madrid), mayo 2020

lunes, 22 de mayo de 2023

PERFECCIONISMO

Tampoco hoy encontré trabajo en el sótano: todo estaba impoluto y en perfecto orden. Contemplé satisfecho los baúles alineados contra la pared, cada uno con su etiqueta, bien asegurados con recias sogas. El abuelo estaría orgulloso de mí. Me acerqué al primer arcón y le di unos cariñosos golpecitos. Luego acaricié levemente la madera del segundo. La abuelita reconocería un trabajo bien hecho. Al pasar junto al tercero, sentí un escalofrío de repulsión. Papá nunca me miró con buenos ojos, su favorito siempre fue Nicolás. Le saqué la lengua al último baúl de la fila y volví al comedor, a seguir viendo la tele.

Ganador Semana 4 Relatos En Cadena (septiembre 2019)

domingo, 21 de mayo de 2023

BATALLA DE CUENTISTAS

En abril de 2019 participo en la II Batalla de Cuentistas organizada por la Escuela de Escritores y, además de disfrutarlo muchísimo (ya había participado el año anterior y me quedó muy claro que quería repetir), esta vez consigo llegar a la final... ¡y ganar!

El funcionamiento es muy simple: se da una frase a cada pareja de participantes, y ambos deben escribir un relato que comience con dicha frase en un tiempo límite de 15 minutos, al cabo del cual cada uno lee su relato y el jurado decide cuál de los dos pasa a la siguiente ronda, que funciona exactamente igual. De esta manera, comenzando con 8 parejas de participantes, y en sucesivas eliminatorias, se llega a la final en la que sólo quedan los dos últimos cuentistas.

Aquí está el video, en la que las dos finalistas leemos nuestros relatos y a continuación el jurado da su veredicto:

https://www.facebook.com/escueladeescritoresdemadrid/videos/315267469150840/

sábado, 20 de mayo de 2023

ADORNOS NAVIDEÑOS

Nieva. Los copos blancos que planean en el viento helado me traen recuerdos de ti, de la última vez que comimos helado y manché la punta de tu nariz de leche merengada.

Era verano, época de cielos brillantes, de tardes que se alargan en la pereza de los últimos rayos de sol. Sé que a ti te gusta el verano, sé que prefieres el calor, tumbarte en la playa como una adorable lagartija, con tu bikini verde y tu larga, larguísima cabellera esparcida por la arena.

Me disculparás si yo me decanto por el frío invernal, una buena tormenta golpeando los cristales, cubriendo con sus pinceladas verticales el gris de una tarde de domingo. Arrebujarse bajo una manta con un chocolate caliente y verte dormitar en el sofá, con el libro deslizándose entre tus manos, esas manos que todavía me ponen la piel de gallina cuando me acaricias.

El invierno es época de prisas, de agitación, de actividad febril. De comidas familiares, de churros en el desayuno, de películas nocturnas con palomitas. Es época de fiestas, de regalos, de largas llamadas telefónicas a amigos lejanos. Es época de Navidad.

Navidad. Mi época.

Me gusta verte junto al árbol esparciendo guirnaldas, colgando bolas, encendiendo luces, enderezando esa estrella que siempre se tuerce pero que nunca se cae. “De este año no pasa”, dices sonriendo mientras la sujetas con fuerza a la endeble ramita de la punta. Y, como un sortilegio, el año siguiente te escucho repetir la misma frase con la misma estrella y la misma sonrisa pícara y dulce.

Tu sonrisa es mi estrella. Tus dedos son mis guirnaldas. Tus ojos son los únicos adornos que necesito para ser feliz. Navidad. Y tú.

Publicado en la Revista Digital "El Silencio es Miedo" nº 17 (marzo 2019)

 

viernes, 19 de mayo de 2023

ADORNOS

Tengo pensado hacer varios peces de colores para que adornen el cuarto del bebé. Los colgaré en el techo, sobre la cuna, y bailarán cuando entre la brisa por la ventana. También pondré unas conchas, aquéllas que recogí en la playa el verano que nos conocimos. Ya verás qué bien va a quedar. Así nuestro pequeñín estará contento y no echará de menos el mar. Estoy deseando que empiece a respirar por la nariz, seguro que estará mucho más guapo sin esas horribles branquias.

Finalista Relatos En Cadena (marzo 2019)



jueves, 18 de mayo de 2023

EN BUSCA DE MASCOTA

Me acerqué despacio al cristal. Al otro lado del escaparate cuajado de marcas de dedos, un par de seres canijos y regordetes estaban enzarzados en una pelea amistosa, seguida con desinterés por su bovino progenitor. El cuarto miembro del grupo, una hembra pizpireta, se aproximó en cuanto reparó en mí y posó su naricilla contra el vidrio. Yo ladeé la cabeza amistosamente.

Ella hizo una serie de muecas y luego llamó la atención de los demás. Tras un breve intercambio de palabras, entraron todos en la tienda, desparramándose como una ruidosa marabunta. Los dos hermanos se apoderaron enseguida de sendos cachorros de mastín, cada uno más fiero y horroroso que el otro. El padre soltó un fajo de billetes y los dos perros salieron de la tienda, babeando y arrastrando por la acera a los niños, que reían divertidos aferrados a sus correas, pensando que eran ellos quienes tenían el control. Qué ilusos.

¿Y tú, hija, has elegido ya?

A la dulce niña se le iluminó la carita con una sonrisa angelical y extendió un dedo para señalarme a mí. ¡A mí! El gozo me inundó y tuve que contenerme para no dar saltos de alegría.

El padre hizo un mohín de disgusto, pero soltó un par de billetes más y se abrió la jaula de cristal que había sido mi hogar y mi prisión durante mi breve existencia.

La pequeña me tomó cuidadosamente entre sus tibias manitas y me acarició con ternura, musitando palabras cariñosas que sólo ella y yo alcanzamos a escuchar. Extendí al máximo mis ojos para verla mejor –¡qué guapa es!– y los agité alegremente, removiéndome ilusionado dentro de mi concha.

¿Quién dijo que un caracol no puede ser feliz?

 

Publicado en la Revista Digital "El Silencio es Miedo" nº15 (junio 2018)

 

miércoles, 17 de mayo de 2023

TRENES PARA UNA VIDA

El anciano se sentó resoplando en el banco de madera de la vieja estación del pueblo, como cada tarde. Le gustaba estar allí, recordando trenes. Como aquel del que se bajó pizpireta su novia tres días antes de la boda. O aquel tras cuya ventanilla agitaba la mano su hijo mayor cuando se marchó a estudiar a la capital. O aquel otro que todos los fines de semana de verano le traía a su hija y sus dos nietos con sus eternas sonrisas. Trenes. Recuerdos. Toda una vida.

Finalista en el XII Certamen de Relatos "El tren y el viaje" (RENFE), mayo 2018