La rata asomó el hocico por detrás de la pata de la mesa y sonrió, una sonrisa que pretendía ser afable y amistosa: al fin y al cabo, su única intención era tranquilizar a su involuntaria casera. Pero lo que vio la buena mujer en el rostro de aquel bicho inmundo fue una mueca taimada y agresiva, así que agarró una escoba y comenzó a perseguirla por toda la habitación, escobazo va y escobazo viene, mientras chillaba como una posesa.
Cuando el animalillo, harto de esquivar los embates del enojoso artefacto, consiguió al fin escabullirse por el agujero del muro y ponerse a salvo, decidió que aquella maldita bruja no se merecía para nada su ayuda, y que ya le podían ir dando morcillas. Se instaló cómodamente en el montón de billetes que inundaban su madriguera, dispuesto a dormir una buena siesta, que bien se la había ganado.
Y
dejaría que la vieja siguiera revolviendo en vano armarios y
cajones, en busca de la pequeña fortuna que escondió su difunto
marido.
Publicado en el libro recopilatorio del 5º Concurso de Microrrelatos "Círculo Creativo" (Fundación Círculo Burgos), noviembre 2023
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