Salimos a navegar una preciosa tarde de junio. El aire olía a sal y a las flores que llevabas prendidas en tus cabellos. Mi mente no atinaba a generar la manera de decirte lo que tanto había ensayado frente al espejo, temiendo enfrentar tu rechazo, cuando yo solo quería hacer prosperar nuestra relación. Finalmente, el velero me obligó a actuar: el foque recogió las palabras atascadas entre mis labios y se las entregó al viento para que las soplase en tu oído. Y, al darme el “sí”, el timón dio un brusco giro para arrojarte, riendo, en mis brazos.
Publicado en la web de la ONG Cinco Palabras (agosto 2025)
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