miércoles, 27 de noviembre de 2024

EL INVITADO

Paseaba por el bosque cuando lo vi tirado en una ladera. Estaba medio escondido entre las raíces de un enorme abeto, que sobresalían del suelo formando un laberinto retorcido y añoso, pero oí sus apagados gañidos y no tardé en localizarlo. Tras comprobar que respiraba muy débilmente, pasé los brazos bajo el cuerpecillo flaco y sucio, y lo cargué con delicadeza hasta mi casa.

Con el cesto de la leña y una manta vieja, improvisé una cama junto a la chimenea. Limpié la sangre seca de una fea herida que tenía tras una oreja, la desinfecté y la vendé cuidadosamente, palpando el resto del cuerpo para comprobar que no tuviera nada roto. Cuando fui a echarle un vistazo antes de acostarme, dormía plácidamente, y el agua y las galletas que había dejado junto a él habían desaparecido.

Aquella noche dormí intranquila. La luna llena bañaba mi cuarto con una claridad espectral; era una luna enorme, según constaté cuando abrí la ventana para dejar entrar la brisa nocturna. Una silueta que se deslizaba furtiva entre las sombras arboladas del jardín captó mi atención: mi invitado había salido a estirar las patas o a cazar algún roedor. Supuse que se habría deslizado por la antigua gatera de la puerta de la cocina y que volvería a entrar por el mismo sitio, y regresé a la cama.

A la mañana siguiente, me esperaba junto a la puerta, meneando el rabo. Al ver mi gesto de aquiescencia, el inteligente animal soltó un aullido de júbilo, y yo sentí un destello de reconocimiento: esa noche lo había escuchado varias veces, mezclándose en mis sueños de lunas blancas y árboles negros.

Nos dirigimos al bosque cercano. Mi compañero correteaba a mi alrededor, adelantándose y retornando sin parar, y yo le seguía sin cuestionar la ruta. Así, llegamos a un calvero atravesado por un arroyo en cuyos márgenes acostumbraba yo a pasar buenos ratos de lectura. Por rutina, dirigí la mirada hacia la agrupación rocosa donde solía acomodarme, a la sombra de un frondoso tilo, y me sorprendió hallarla ocupada. Primero pensé que alguien dormía allí una siesta temprana pero, poniendo más atención, se me antojó un tanto insólita la postura del durmiente, algo retorcida, como desmadejada. Me acerqué, lo giré sobre su espalda y retrocedí, horrorizada: el hombre presentaba profundos desgarros por todo el pecho y la marca de una salvaje dentellada en el cuello, cubierto de sangre seca. Su rostro conservaba una expresión de puro terror, congelada para siempre en la rigidez de la muerte.

La macabra imagen despertó en mí ecos extraños, fragmentos del sueño de la noche anterior: carreras entre los árboles, una figura erguida en ese mismo claro, forcejeos, gritos, un aullido funesto. No, no un aullido sino dos, clamando a dúo bajo la luna llena. Me invadió de pronto una violenta sensación de comezón en todo el cuerpo, y el sabor de la sangre inundó mi boca. Moví la cabeza, desesperada: la idea que brotaba en mi mente era tan espantosa que no me atrevía a analizarla.

Miré a los ojos al lobo que, sentado sobre sus cuartos traseros junto al cadáver, me contemplaba a su vez con la cabeza ligeramente inclinada, la lengua colgando, las orejas empinadas, alerta. En sus pupilas doradas vi el reflejo de mi propio rostro grotescamente deformado, cubierto de pelaje oscuro, afilados colmillos asomando en un hocico alargado. También vi el reconocimiento de un miembro de la misma manada, de un camarada de cacería, de un hermano de sangre.

Huí de allí a toda prisa, cegada por lágrimas de horror y de asco que no lograba contener. El lobo no me siguió, aunque lo oí aullar a lo lejos durante todo el camino de regreso a casa.

No he vuelto a verlo pero sé que no anda lejos, puedo sentirlo merodeando por el jardín las noches de luna llena, esperando que me reúna con él para cazar juntos de nuevo. Yo atranco puertas y ventanas, y me hago un ovillo bajo el edredón, temblando de miedo a mí misma. Reprimiendo a duras penas las irrefrenables ansias de responder a sus ominosos aullidos y acompañarlo, una vez más, en busca de sangre.

Publicado en el libro recopilatorio de Relatos de Terror de la Asociación Cultural "La Cuaderna del Norte" (Villaquilambre, León), julio 2024

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