Este año, la nieve ha llegado temprano a Sarnago. Las laderas de la montaña han mudado el verde en blanco de la noche a la mañana, por sorpresa, como un regalo inesperado. Eutimio, alertado por los aromas a ventisca y a escarcha de días pasados, ha reunido una buena provisión de leña seca. Pero todavía no es tiempo de prender el hogar: las paredes de piedra añeja de su casa se resisten a desprenderse del todo de los ya lejanos calores veraniegos y de la breve bonanza del reciente otoño.
Esta mañana, Eutimio se pone en marcha con el rebaño hacia pastos más despejados en busca de los brotes más tiernos, sin parar mientes en sus viejas articulaciones, que lo han estado incomodando las últimas semanas. Pero hoy no puede más: una de las cuestas de Valduérteles le traiciona y su tobillo izquierdo se quiebra como una rama reseca, menguada aquella agilidad de la que hacía gala en sus años mozos.
Pide ayuda en la casa más próxima, una mujer sale a socorrerlo, el buen mozo de su hijo lo entra en la cocina, lo acomoda en un banco junto al fuego que, aquí sí, arde bajito para que la olla de la sopa impregne con su sabrosa fragancia la estancia entera. “No puedo quedarme”, se lamenta, “las ovejas...”. La mujer lo retiene, lo apacigua. “Mi hijo las lleva”, ofrece. El zagal asiente, coge su zamarra, sale decidido a los copos que revolotean en el aire mañanero. Silba a su perro y, juntos, corren tras el rebaño que sigue el camino trillado.
Eutimio agradece el ungüento en su pie maltrecho, el guiso caliente, el relevo en su incesante ir y venir. “¿Querrá el muchacho ser pastor?” La mujer sonríe y él se hunde nuevamente en el cuenco de sopa, aliviado.
Publicado en el libro recopilatorio del I Concurso Literario "Abel Hernández" (Asociación de Amigos de Sarnago, Soria), octubre 2024
Podcast (noviembre 2024): https://www.youtube.com/watch?v=csjlSuVtzh0
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