Recorría las salas del museo en que había convertido mi casa gracias a la herencia de un tío abuelo materno que emigró a las Américas siendo yo pequeño. Con una copa de vino en la mano, disfrutaba del contraste entre mi situación actual y la precaria posición en la que me encontraba tan sólo un año antes. Al recordarlo, un desagradable vértigo volvía a hacer presa en mi estómago. El estallido lejano de un trueno me avisó de que todavía tenía que instalar un pararrayos y firmar los papeles del seguro. “Mañana” me dije, indolente, mientras afuera arreciaba la tormenta.
Publicado en la web de la Fundación Cinco Palabras (diciembre 2024)
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