Su hermano inauguraba un restaurante y le había encargado un bodegón para adornar el comedor. Aunque le gustaban más los paisajes, se aplicó con entusiasmo a plasmar en el lienzo un apetitoso menú bien iluminado, nada de las sombrías naturalezas muertas habituales. Llegado el gran día, ambos contemplaron atónitos el cuadro: del pavo solo quedaban los huesos, las copas de vino yacían volcadas junto a la botella vacía, faltaba más de medio melón, y los pastelillos de crema brillaban por su ausencia. Eso sí, en el retrato contiguo, el bisabuelo lucía una sonrisa más que satisfecha.
2º Premio en el 1º Concurso de Relato "El Cruce" (durante el 14º ENTCuentro, Cabezón de la Sal, marzo 2025)
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