jueves, 27 de noviembre de 2025

CAMBIO DE PLANES

Su matrimonio agoniza pero no quiere pasar por un divorcio, traumático tanto emocional como financieramente, de ahí que recurra al arsénico en el cordero asado. ¿Cómo iba a imaginar que su marido le mentía al decirle cuánto le gustaba y que el plato en el que ella tanto se esmeraba terminaba siempre en las fauces del perro? El segundo intento acaba con el pobre gato que, glotón como es, se zampa enterita la taza de leche en la que ha disuelto la estricnina. Su tercera y última mascota se reúne con las dos anteriores la mañana que le espolvorea los cereales del desayuno con cicuta en vez de azúcar: qué fatalidad que, justo ese día, el jilguero se escape de la jaula y los confunda con su alpiste.

Como en la tienda de animales no tienen caimanes, propone una excursión al Zoo. Primera parada: los cocodrilos del Nilo. Pero el empujón definitivo falla cuando su marido se inclina a recoger del suelo un billete de lotería huérfano y es ella quien, con su propio impulso, se precipita a las aguas turbulentas.

El cándido esposo no puede creer su buena suerte: el décimo tiene premio.

Publicado en la web "EstaNocheTeCuento.com" (Tema: "Serendipia"), noviembre 2025




lunes, 24 de noviembre de 2025

TODO LLEGA

Se fue sin despedirse, ni tan siquiera dejó la clásica nota en la nevera. A las dos semanas, recibí una carta explicando largamente su temor a la rutina, su angustia vital, su necesidad de aire fresco. Unos días después, salía en las revistas del corazón: en la playa de moda, con una rubia cañón colgada de cada brazo y una sonrisa que quitaba el hipo. Ya no hubo más noticias hasta ayer, en el obituario. Entonces supe que, por fin, el largo brazo de la justicia divina había llegado hasta él. Y mi sicario, también.

Finalista y publicado en el libro recopilatorio del XI Concurso de Microrrelatos del Ayuntamiento de Godella (noviembre 2025)

domingo, 23 de noviembre de 2025

FUERZA MAYOR

Así termina su relación conmigo, sin decir palabra, tan solo deja la alianza sobre la mesa. Al salir, me lanza un beso de despedida que yo no le puedo devolver: imposible sacar las manos de esta maldita camisa de fuerza.

Publicado en la antología de microrrelatos "Inquilinos de la insania" de la web "Minificcion.com" (Tema: la locura), noviembre 2025

 

viernes, 21 de noviembre de 2025

CON EL VIENTO

Era una tarde de viento. Un viento frío y ululante que jugaba con las hojas de los árboles, prendiendo en las ramas ecos de susurros olvidados. Un viento frío y potente que alzaba el polvo de las calles, cegando al transeúnte para que perdiera norte, razón y sombrero. Un viento frío y despiadado que batía las contraventanas, encrespaba las fuentes, azotaba día y noche las piedras de los campanarios de las iglesias.

Ese viento frío y caprichoso decidió un treinta y uno de diciembre desplegar su manto invisible y envolverme en él, prestarme sus alas para volar a través de Salamanca, hacer suya mi mayor ambición y conducirme el primero hasta la meta. Y, mientras alzaba el trofeo de la San Silvestre, escuché claramente, en medio de los aplausos de la multitud, el ufano rumor de ese viento frío que, una tarde de diciembre, corrió conmigo.

Publicado en el concurso de microrrelatos de la San Silvestre Salmantina (#574),  noviembre 2025

miércoles, 19 de noviembre de 2025

EL NÁUFRAGO

El presentador del programa entrevista al recién rescatado náufrago.

- ¿Qué es lo que más echaba de menos en esa isla desierta?

El hombre se mesa la barbilla: aún no se ha acostumbrado al tacto suave de su mentón después de dos años de poblada barba.

- Pues aunque le parezca mentira, el ruido de los coches, el bullicio de la gente, las colas en el supermercado. Y el supermercado, claro, o más bien su contenido, allí la dieta era un poco limitada.

Risas entre el público invisible.

- Pero toda esa naturaleza...

- Mire usted -le interrumpe el náufrago, agitando una mano- cuando uno lleva meses sin ver otra cosa que palmeras y cielo azul, empieza a añorar los rascacielos y el rastro de los aviones.

El presentador asiente con aire comprensivo, aunque en su fuero interno disiente: siempre le han atraído las playas vírgenes.

- Me han dicho que tenía usted un compañero.

El náufrago esboza una sonrisa.

- Bueno, yo no tenía a mano ningún balón, como Tom Hanks, así que me las tuve que arreglar con un coco. Al principio se mostraba un poco reticente pero con el tiempo terminamos por ser excelentes amigos.

El presentador alza las cejas; se le notan los esfuerzos por contener la carcajada. El náufrago hace un mohín ante su escepticismo.

- ¿Y ha venido con usted? -inquiere el presentador, sin poder evitar un cierto tonillo socarrón-. ¿Podemos entrevistarle?

- Ha venido él, y todos sus familiares y amigos. Querían conocer de primera mano eso que llamamos “civilización”.

Y, volviéndose hacia el público, se pone en pie y saluda. El presentador se gira también y se queda boquiabierto ante aquella multitud de cocos que aplauden y vitorean con entusiasmo desde las gradas del plató.

Publicado en la revista electrónica "Papenfuss" (nº 49, noviembre 2025)


lunes, 17 de noviembre de 2025

SOÑANDO CONTIGO

Esta noche he soñado contigo. Otra vez.

En las últimas semanas, he perdido ya la cuenta de las ocasiones en que tu rostro me ha asaltado en la oscuridad del que fue nuestro dormitorio, acechándome tras los párpados cerrados, presto a invadir mis pensamientos en cuanto mi consciencia afloje las riendas que los sujetan durante la vigilia. No es que me desagrade rememorar aquellos primeros tiempos de nuestra relación: las miradas inseguras de la tarde en que nos conocimos, los nervios del primer beso en el cine, los paseos por el parque cogidos de la mano, charlando sobre pájaros o mariposas, aviones o coches de carreras, o la última película que habíamos visto.

El problema es cuando, a esos gratos recuerdos, se superponen esos otros más recientes: las discusiones y los gritos, los reproches y las quejas, los portazos, las lágrimas de impotencia, el odio en tus ojos de color tormenta. Las palabras amargas regresan a mí con toda su fuerza, escociéndome en la garganta y en los oídos. Las miradas de compasión de las vecinas y mis balbuceos tratando de quitarle importancia a una situación que se estaba haciendo intolerable. Tus salidas de tono, las noches desaparecido, tu aliento etílico escupiendo faltas imaginarias. Mi angustia, el miedo a no verte más, el pánico de volver a verte.

Pero esta noche es diferente. El sueño es más vívido, más real. Extiendo una mano y siento la tuya, cálida y tierna al principio, después rígida y fría. Grito. Me incorporo en la cama y, entre sudores y palpitaciones, no me queda otro remedio, por el bien de mi paz de espíritu, que bajar al sótano a toda prisa para asegurarme de que el suelo sigue intacto, que no hay losas removidas en el rincón tras la caldera donde oculté tu cuerpo.

Finalista del IV Concurso de Relatos "Érase una vez Zaraletras" (Zaragoza), noviembre 2025

viernes, 14 de noviembre de 2025

JOYAS DE FAMILIA

Dejé mi regalo encima de la mesa de la cocina y la miré fijamente a los ojos, en actitud desafiante. Adela me recorrió con la mirada, lentamente, evaluando los zapatos gastados, la ropa arrugada, la barba de varios días, las profundas ojeras delatoras de noches sin dormir. Luego pasó las yemas de los dedos sobre el paquete, que en algún momento lució un envoltorio elegante y perfecto, y ahora se veía ajado y con el lazo marchito.

- ¿Qué es?

Me encogí de hombros, intentando disimular la ansiedad que me corroía por dentro y que destilaba por cada uno de mis poros.

- Ábrelo.

Adela esbozó una sonrisa ladeada, dudando. Sabía -igual que lo sabía yo- que si abría aquel paquete, si aceptaba aquel regalo, no habría marcha atrás. Pero yo contaba con que su curiosidad fuera más fuerte que su prudencia y tuve que contener un grito de triunfo cuando sus dedos finos, de uñas lacadas en rosa pálido, tiraron del lazo despacio, casi con desgana. Retirada la cinta de satén, el papel se vino abajo por cuenta propia, dejando al descubierto una cajita de terciopelo azul marino ligeramente cóncava en su parte superior.

Sus ojos se dilataron apenas, lo suficiente para hacerme saber que creía haber adivinado el contenido del estuche. Su respiración se aceleró levemente y percibí, incluso, un ligero temblor en los dedos que aún rondaban el regalo, sin decidirse a abrirlo.

- Es una joya de familia -dejé caer, como al desgaire.

Fue el empujón definitivo, la excusa que necesitaba para apartar la mano, el brazo, el cuerpo entero. Del paquete, de la mesa, de mí. Se dio media vuelta y salió huyendo de la cocina por la puerta del jardín, que atravesó a la carrera, sin mirar atrás ni una sola vez, sin preocuparse por los parterres de flores que pisoteaba, o el banco de hierro colado con el que se golpeó al pasar, o la verja de madera, que quedó abierta de par en par tras su precipitada salida, como una boca desdentada y atónita.

Yo tomé la cajita de terciopelo y, alzando la tapa, contemplé con una tierna sonrisa el monóculo de la tía Julia, que aún conservaba cierto brillo añejo en su montura dorada. Después, cerré de nuevo el estuche y lo dejé caer en el bolsillo de mi chaqueta, del que extraje una sencilla alianza de oro blanco. Con un suspiro, la hice girar entre mis dedos hasta localizar el nombre grabado en su interior: Esperanza.

Había conseguido mi objetivo: espantar a Adela con la amenaza de un compromiso definitivo, a los que yo sabía que la muchacha era alérgica desde su más tierna infancia. Ahora, al fin, era libre de pedir matrimonio a su hermana pequeña sin que ella -su tutora legal y tenazmente encaprichada de mí desde que supo que Esperanza me amaba- se interpusiera.

Recompuse lo mejor que pude mi aspecto ante el espejo del pasillo y volé escaleras arriba para informar a mi futura esposa del éxito de la estratagema, y colocar en su dedo ese anillo que nunca perteneció a la tía Julia.

Finalista de la IX edición del Concurso de Relatos "Cuarto y Mitad" (Biblioteca Municipal Mario Vargas Llosa de Madrid y Mercado Barceló), noviembre 2025

METEOROLOGÍA EXTREMA

Las fabulosas dimensiones de aquel pedido me habían complicado mucho el trabajo. ¿Para qué necesitaría un armario tan grande? Después de todo, solo era un anciano que nunca salía de su granja. Cuando estuvo terminado e instalado en su jardín, no perdió un instante en meterse dentro junto con sus perros, gatos, borricos, cerdos y gallinas, y cerró la puerta a cal y canto. “Un excéntrico”, me dije; luego pensé lo contrario, cuando salió flotando bajo el torrencial diluvio.

Publicado en la web de Adella Brac (Reto 5 líneas, noviembre 2025)