Se fue sin despedirse, ni tan siquiera dejó la clásica nota en la nevera. A las dos semanas, recibí una carta explicando largamente su temor a la rutina, su angustia vital, su necesidad de aire fresco. Unos días después, salía en las revistas del corazón: en la playa de moda, con una rubia cañón colgada de cada brazo y una sonrisa que quitaba el hipo. Ya no hubo más noticias hasta ayer, en el obituario. Entonces supe que, por fin, el largo brazo de la justicia divina había llegado hasta él. Y mi sicario, también.
Finalista y publicado en el libro recopilatorio del XI Concurso de Microrrelatos del Ayuntamiento de Godella (noviembre 2025)
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