Andábamos enzarzados en continuas peleas cuando supimos que nuestro hijo tenía autismo. De inmediato, firmamos un tácito compromiso de no agresión para poder brindarle todo nuestro apoyo, el de los dos: no era el momento de agravar la situación con un divorcio. La comunicación con él no resultaba fácil pero, a base de intentarlo, mejoró la nuestra. Ensayábamos un abrazo entre nosotros antes de animarle a él a que probase, con uno o con el otro, no debía haber diferencia. Así, andando el tiempo primero y corriendo después, él logró el alta médica y nosotros una segunda oportunidad.
Publicado en la web de la Fundación Cinco Palabras (septiembre 2024)
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