Convencido de su encanto personal y de sus posibilidades de triunfar donde tantos otros han fracasado, el príncipe se cubre con las galas más lujosas, escoge las rosas más bellas de su jardín y encarga a su palafrenero que cepille bien su alazán favorito y le trence las crines con esmero. Todo eso para descubrir que a su sangre real no se le aplica ningún trato de favor y que, al no descifrar el enigma, su cabeza rueda exactamente igual que la de la mayoría de los mortales.
Publicado en la web de Adella Brac (Reto 5 líneas, septiembre 2024)
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