jueves, 2 de mayo de 2024

MÁS QUE UN AMIGO

Desde que Vicente se fue, a Margarita le tocan todas las faenas, no sólo las de la casa sino ahora, también, las del campo. Los hijos ya son mayores: estudian en la capital y no pisan demasiado por aquí, así que la pobre Margarita no tiene ayuda ninguna. Sin embargo, nunca se queja y aborda las tareas una tras otra sin que jamás se le caiga la sonrisa de la cara, esa ligerísima sonrisa apenas esbozada pero que otorga a su rostro una cualidad casi beatífica.

Y es que ya no tiene que disimular los morados ocasionales -cada vez más morados y menos ocasionales-, ni andar escondiendo las escasas monedas para que no vayan a perderse en la taberna. La marcha de Vicente ha supuesto, en cierta medida, un alivio. También para mí: Margarita me trata con cariño y no a patadas como él. Por eso, procuro portarme bien y desde aquella noche sin luna no he vuelto a escarbar en la tierra removida del huerto trasero.

Finalista del IV Concurso de Microrrelatos "De la imagen al texto" del I.E.S. López Arenas (Marchena, Sevilla), abril 2024

miércoles, 1 de mayo de 2024

EL ÚLTIMO TRAYECTO

En los últimos meses, Ricardo había viajado por todo el país, cambiando de un tren a otro en las estaciones más modernas y en las más vetustas, en las más concurridas y en las más solitarias, en las más céntricas y en las más aisladas: no le quedaba ya ninguna por visitar. Era hora de regresar, decidió. Y, con un profundo suspiro, se embarcó en el último trayecto, el que discurría entre los trigales del pueblo donde nació para desembocar en aquella fatídica curva donde, meses atrás, descarriló el tren separándolo para siempre de Adela. Y allí estaba ella, de pie entre las doradas espigas, haciendo volar su pañuelo en muda despedida. Ricardo sonrió y agitó la mano mientras sentía cómo, poco a poco, se iba diluyendo en el aire su invisible cuerpo de fantasma.

Publicado en la revista digital Trazos nº 12, de A2VuelaPluma (abril 2024)

domingo, 28 de abril de 2024

ACOGIDA EXCEPCIONAL

Mis investigaciones sobre mitos y leyendas me llevaron hasta los confines del mundo conocido. Visité muchos lugares exóticos y la mayoría de la gente me recibió con los brazos abiertos, aunque en algún que otro punto geográfico mi presencia generó ciertas suspicacias y no pocos recelos. Pero en ninguna parte me habían acogido como estos indígenas, cuya cena voy a tener el honor de compartir: seré su plato principal.

Publicado en la web de Adella Brac (Reto 5 líneas, abril 2024)

viernes, 26 de abril de 2024

LEJOS DE CASA

Desde que llegamos a este planeta inexplorado, supuestamente carente de vida, me tiene intrigado la explanada que se extiende frente a la nave. Parece un antiguo mar rellenado con arena. A veces, por su superficie transitan olas que convierten ese paisaje de yermos océanos en una obra de arte hecha por una mano invisible. Hoy se han abierto las arenas y ha surgido de ellas un convoy de estrafalarias criaturas que avanzan hacia nosotros. No sabemos si se trata de una operación de salvamento o de un comité de bienvenida, sólo esperamos que no sea una expedición de avituallamiento.

Publicado en la web de la Fundación Cinco Palabras (abril 2024)

jueves, 25 de abril de 2024

TEN CUIDADO CON LO QUE LEES

Acababa de empezar una nueva novela de aventuras y estaba tan absorta en su lectura que no me percaté de la estampida de elefantes en el pasillo, ni escuché el rugir de los cañones pirata disparando contra las ventanas, ni vi la catarata que manaba de la acuarela colgada en el salón. Al cerrar el libro por esa noche, tras repartir toallas entre los paquidermos que habían salido nadando y pedir silencio a los bucaneros para que el barrio pudiera dormir, me juré a mí misma no leer ninguna novela negra.

Finalista del V Concurso Exprés de Microrrelatos en Facebook de la Biblioteca Municipal de Massamagrell (Valencia), abril 2024

miércoles, 24 de abril de 2024

GOTA CRISTALINA

Gota cristalina, has cabalgado a lomos del Cárdenas desde su origen en La Demanda hasta el fértil valle donde dormitan las vides al sol. Allí colmarás la sed del sarmiento elegido para, a la postre, derramarte vestida de rojo cárdeno en cristalino cáliz.

Tercer Premio del III Concurso de Microrrelatos Bodegas Florentino Martínez (Cordovín, La Rioja), abril 2024

lunes, 22 de abril de 2024

"AMIGO FIEL" EN ACENTO AINAGA

Mi querida amiga María Jesús Ainaga ha tenido la gentileza de hacer una maravillosa lectura de mi relato "Amigo fiel" en su canal de YouTube "Acento Ainaga. Literatura sonora".

Para quien quiera escuchar una bonita historia en una preciosa voz, aquí dejo el enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=6dqwVdTxQz8

El relato está publicado en este mismo blog (mayo 2023).

domingo, 21 de abril de 2024

MULTIVERSO INSOSPECHADO

Elena caminaba sin prisa por la ancha avenida moteada de árboles, parándose de cuando en cuando ante el vistoso escaparate de alguna de las tiendas selectas que la jalonaban: si bien no tenía intención de comprar nada, le gustaba mirar aquellos vestidos tan escandalosamente caros e imaginarse a sí misma embutida en uno de ellos, enjoyada y maquillada, flotando como una rutilante estrella de cine entre famosos y ricachones en alguna fiesta de la alta sociedad. Una sonrisa ladeada le pintó el rostro con un rictus mitad mohíno mitad sarcástico. “Seguro que son todos unos estúpidos”, se dijo.

Al final de la avenida giró por una de las calles laterales que conducían a una zona menos exclusiva de la ciudad, donde la gente con la que se cruzaba tenía un aspecto más similar al suyo, sin abrigos de piel ni bolsos de marca ni zapatos con nombre y apellido. Las tiendas también eran más modestas y sobre la acera un par de muchachos habían extendido una enorme manta muy colorida sobre la que se acumulaban, sin orden ni concierto, montones de películas de géneros variopintos, todas a cinco euros, según rezaba una tosca cartulina sujeta a la esquina de la manta con imperdibles.

Elena se detuvo un instante y pasó la vista con rapidez sobre algunos de los títulos más visibles, por mera curiosidad, pero al momento los dos rapaces se le echaron encima, olfateando una posible venta. La chica sonrió amablemente y meneó la cabeza, pasando a hacer enfáticos gestos negativos con las manos ante la exasperante porfía de los jovenzuelos, que se resistían a soltar la presa. Por último tuvo que salir de allí casi a la carrera, dándose de bruces con otro vendedor situado un poco más adelante.

Sin embargo, este puesto ambulante -también sin licencia, seguro- era muy diferente del anterior. Para empezar, la manta sobre la que se exponía la mercancía era de un sólo tono, un gris mate y anodino, a diferencia del vistoso plumaje de la otra; además, el propietario era un hombre ya mayor, con pelo ralo y barba cana, cuyas arrugas le sonreían con calma desde unos ojos tan grises como la manta; finalmente, el género a la venta también era muy distinto: en esta ocasión se trataba de libros. A Elena le encantaba leer así que se dispuso a echar un vistazo, sin perder de vista al hombre por el rabillo del ojo, pero al ver que permanecía tranquilo y sin tratar de forzarla a una compra indeseada, se relajó y concentró toda su atención en los títulos que se desplegaban ante ella.

Había de todo: novelas románticas, de detectives y del Oeste; recopilaciones de cuentos infantiles, de poemas clásicos y de recetas de cocina; relatos de intriga, históricos y de ciencia-ficción; incluso un par de tebeos y una voluminosa edición encuadernada en cuero de “El Quijote”. Elena tomó entre sus manos el grueso tomo y lo abrió por una página al azar. De repente, un viento huracanado le enredó los cabellos y le revoleó las faldas, y una intensa sensación de pérdida de equilibrio se apoderó de ella.

Cerró los ojos con fuerza para evitar las náuseas que le trepaban desde la boca del estómago y, al volver a abrirlos, su primera sensación fue auditiva: el relincho de un caballo. A continuación, parpadeó asombrada ante las dos figuras que, paradas ante ella, fruncían el ceño.

- ¿Quién sois vos, muchacha, y adónde vais vestida de aquesta guisa? -tronó el más alto de los dos hombres. Se erguía sobre el lomo de un flaco caballo -el autor del relincho, sin duda-, iba cubierto con una armadura desvencijada y la apuntaba con una lanza de madera levemente astillada.

- Por su repentina aparición, yo diría que es una bruja, mi señor -voceó su compañero, mucho más bajito y rollizo, mientras palmeaba al jumento que montaba para tranquilizar al inquieto animal.

- ¡Habla, rapaza! ¿Eres, en verdad, una bruja? ¿Te ha enviado alguno de mis enemigos para envolverme en un hechizo e impedir que me enfrente en singular batalla con aquellos gigantes que se vislumbran en el horizonte? ¿O acaso eres un mago disfrazado que pretende confundir mi entendimiento con algún oscuro designio?

La lanza se agitaba peligrosamente frente a su rostro, a pesar de lo cual Elena seguía sin encontrar su voz, que se había extraviado en algún ignoto rincón de su garganta y se negaba a comparecer.

- ¡Habla, pardiez!

En ese instante, Elena fue súbitamente consciente del peso del libro entre sus manos y, de alguna manera, halló las fuerzas para cerrarlo de un golpe. El viento huracanado reapareció y la cegó y, cuando las náuseas se aplacaron por segunda vez, se encontró frente al anciano de los ojos grises y su manta llena de joyas literarias. El hombre lucía una sonrisa misteriosa, como si supiera con toda exactitud lo que Elena acababa de experimentar. O había creído experimentar. Porque... no podía ser cierto, ¿verdad? La joven entrecerró los ojos y le miró con suspicacia mientras se inclinaba para devolver el grueso volumen a su lugar con infinitas precauciones. El hombre paseó la mano extendida sobre la colección de libros como instándola a probar nuevamente. O retándola a hacer otro viaje astral... o lo que quiera que hubiera sido aquello.

Elena retrocedió un paso, insegura, pero era incapaz de apartar la mirada de aquellas dos nubes tormentosas que relampagueaban sonrisas bajo las pobladas cejas albas. ¿Se burlaba de ella? Avanzó de nuevo aquel paso y sintió que una vibración la atravesaba de arriba a abajo al poner los dedos sobre la portada de una versión para niños de “La Odisea”. De inmediato -tras la preceptiva náusea, por supuesto-, se encontró sobre la cubierta de un enorme barco, con el oleaje salpicando su cuerpo de dibujo animado. A su alrededor, los marineros igualmente dibujados se afanaban de acá para allá, haciendo caso omiso de su presencia, mientras un hombre de larga barba castaña gemía y gritaba y se retorcía atado al palo mayor, como si sufriera la mayor de las agonías. Un dulce cántico llegó hasta los oídos de Elena y no pudo resistir la tentación de correr hasta la borda para contemplar a las tres sirenas que, con los brazos abiertos, la llamaban.

Sin pensarlo dos veces se arrojó al agua, que apenas rozó su cuerpo se transformó en ardiente arena. Elena parpadeó, sorprendida: había abandonado su diseño de carboncillo para recuperar su cuerpo de carne y hueso, que ahora se hundía en aquella inestable superficie en medio de un desierto abrasado por el sol. Una caravana de camellos hilaba su rítmico paso sobre el filo de las dunas, las negras vestiduras de los tuaregs ondeando tras ellos como banderas pirata. Intentó llamar su atención pero tenía la boca llena de arena y no consiguió emitir más que un ronco graznido. Al levantarse para hacerles señales con los brazos, sintió cómo el suelo cedía bajo sus pies y era engullida por un pozo surgido de la nada, por el que cayó y cayó y cayó, dando vueltas sobre sí misma, para aterrizar finalmente con una suave pirueta.

Frente a ella se abría una puertecilla diminuta por la que se vislumbraba un jardín pletórico de coloridas flores, y junto a la abertura había un pedazo de pastel con una etiqueta que rezaba “cómeme”. Elena sacudió la cabeza, desesperada. ¿Cómo demonios iba a salir de semejante atolladero? Un conejo blanco que pasó veloz le dio la respuesta: salió a la carrera tras él y, no había dado ni cuatro zancadas, cuando tropezó y cayó al suelo cuan larga era.

Pero sus dedos no palparon la hierba sobre la que había corrido tras el animalejo, sino una mullida alfombra con diseños geométricos. Elena se incorporó y vio que se encontraba en una elegante biblioteca revestida de maderas nobles. En un sillón de orejas frente a la chimenea yacía el cuerpo desmadejado de un hombre con un puñal clavado en el pecho. “¡Abran, policía!”, sintió vocear a sus espaldas y, justo cuando la puerta de la estancia caía bajo los embates de los fornidos agentes de la ley, Elena se escabulló por la puerta-ventana que daba al jardín. O eso creyó en un primer momento, aunque al traspasarla se encontró metida de lleno en una batalla de bolas de nieve entre cuatro muchachas con trajes decimonónicos. El impacto de uno de los proyectiles en su nuca la trasladó en un abrir y cerrar de ojos a una nave espacial, donde su cuerpo ingrávido comenzó a flotar sin control hasta que una voltereta un poco más brusca que las demás la dejó despatarrada en el suelo de un submarino; las paredes metálicas mudaron rápidamente en un amplio salón abarrotado de huríes cubiertas de velos que chillaron espantadas al verla materializarse y aún más al verla desaparecer de nuevo, apenas sin pausa.

Con un soberbio esfuerzo de voluntad y dejando a un lado esa molesta náusea de la que no conseguía librarse, Elena apretó los puños con fuerza, los dientes con más fuerza aún, y los ojos como si la vida le fuera en ello -hubo un instante en el que realmente pensó que así era-, y de pronto sintió a su alrededor el barullo de los coches y de la gente, y alguien le dio un empujón que la arrojó en brazos del anciano de los ojos color tormenta. Elena se recompuso a toda prisa y soltó el libro de “Las Mil y Una Noches” que tenía entre las manos como si le hubiera quemado los dedos. El volumen cayó sobre la manta, junto a sus congéneres, que a la sazón aparecían revueltos, muy lejos de la pulcritud que exhibían tan sólo unos minutos antes.

La joven miró al vendedor con fijeza y con cierta sensación de déjà-vu pero, antes de tener tiempo de hacerle algún reproche o pedirle ninguna explicación, un alboroto a su espalda le hizo volver la cabeza para ver cómo la policía arramblaba con la manta multicolor y con los dos rapazuelos. Cuando se giró de nuevo la acera estaba vacía, sin manta, sin libros, sin ojos grises, tan sólo un revuelo de hojas secas entre sus pies y el alegre campanilleo de unas alas de hada procedente de ninguna parte.

Con una sonrisa, dejó a los policías discutiendo con los video-piratas y enfiló la calle en busca de la primera librería que le saliera al paso.

Finalista del II Certamen de Relato "Literaria Kalean" (Cuzcurrita del Río Tirón, La Rioja), abril 2024

jueves, 11 de abril de 2024

ESPECIE SUPLENTE

“Los mansos heredarán la Tierra”, había dicho alguien hacía siglos. ¡Menudo iluminado! Sergio dudaba de que, a estas alturas, todavía quedase algún manso sobre la faz del planeta: daba la impresión de que andaban enzarzados todos contra todos en conflictos y guerras que no iban a llevar a ninguna parte más que a la total extinción de la vida humana. La mayoría de las ciudades, antaño orgullosos centros de progreso, cultura y refinamiento, yacían ahora medio enterradas en el olvido de su propia desolación, cubiertas de polvo y cenizas, el esqueleto en ruinas de una pujante civilización con grandes deseos de desvanecerse en la nada.

Un agudo zumbido -sabía de sobra lo que era y llevaba días conteniendo el temor de escucharlo- se acercó con rapidez y, en un suspiro, pasó sobre su cabeza. Sergio corrió a la ventana y, mientras veía surgir en el grisáceo horizonte el temido hongo letal y sentía acercarse, definitiva e inexorable, la onda expansiva, un movimiento inesperado en la calle llamó su atención. Sus ojos se posaron en una numerosa tribu de mansos conejos que desaparecía a toda prisa en lo más hondo de su más honda madriguera.

Sergio aún tuvo tiempo de sonreír: sí que habría herencia, después de todo.

Ganador del I Certamen Philobiblion de Microrrelato (U.A.M.), abril 2024

martes, 9 de abril de 2024

SIN ETIQUETA

Todos le decían que estaba fuera de lugar, que debía comportarse como es debido, que no hiciera mamarrachadas. Y él lo intentaba, en serio, quería ser aceptado por la comunidad, ser uno más, igual que el resto, no destacar. Pero, ahogado por su talento innato, terminaba siempre por dejarse llevar y ceder a la tentación de ponerse en el lugar de quienes tanto admiraba. Así, a fuerza de explorar sus posibilidades y en contra de todos los pronósticos, un feliz día de primavera aquel singular zángano fue nombrado reina de la colmena.

Finalista mensual del III Concurso de Microrrelatos sobre Talento FUNDAE - Capital Radio (marzo 2024)