Desde que te fuiste, vivo angustiada: el miedo a tu olvido nubla mis días y turba mis noches. Tu ferviente promesa de enriquecerte para enviar por mí se me antoja cada vez más incierta, a medida que tus rasgos se van difuminando en mi memoria. ¿Persistirán aún los míos en la tuya?
Hoy, me siento a la mesa de la cocina, solos el café aguado y yo, frente a frente. Como cada mañana, saco de la lata que, en otros tiempos, contuvo galletas la fotografía que nos hicieron en el puerto, justo antes de que subieras al barco. Alarmada, advierto que el buque ha desaparecido con todos los pasajeros que agitaban al aire sus pañuelos. Tampoco está la farola bajo la que nos abrazábamos, y el marinero que se coló en el encuadre se vuelve más y más transparente por momentos.
Al final, sólo quedamos tú y yo en medio de la cartulina que ya es totalmente blanca, sin adoquines ni cielo ni nubecilla en la esquina. ¿Me engaña la vista o tu brazo no enlaza ya mi cintura?
Cuando la foto cae sobre la mesa, al faltar la mano que la sostenía, me alivia comprobar que difuminarse es indoloro.
Finalista en el XI Concurso de Microrrelatos "El Roblón", organizado por la Asociación Félix de Martino de Soto de Sajambre (León), julio 2024
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