En Rincón de la Victoria la playa es de arena blanca y aguas azules, como debe ser una playa. Cuenta la crónica sin embargo que, siglos ha, la arena era multicolor y quien la pisaba adquiría en su piel un tono verde o anaranjado o incluso violeta, dependiendo del humor con que hubiese amanecido ese día. En aquellos tiempos remotos, la calima hacía que el horizonte estuviera cerca de la orilla, tan cerca que, de extender la mano, podía tocarse con la punta de los dedos la prístina línea que separaba el cielo del mar. Y, los afortunados que lograban entreabrir esa línea, accedían a un prodigioso oasis situado en otra dimensión, donde todos los deseos se hacen realidad. “No son más que cuentos de viejas”, diréis, despectivos. Y yo me reiré de vosotros desde el oasis, mientras camino por él con mis pies de color de rosa.
Finalista del mes en el IX Concurso de Microrrelatos del Círculo Cultural Bezmiliana (Rincón de la Victoria, Málaga), junio 2024
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