En el aniversario de su boda, cada año sin falta, subía a los acantilados de la Cala del Moral y desde lo alto vivenciaba los ocasos de agosto como si ella aún estuviera a su lado, olvidando por unos dichosos momentos la disforia que le dominaba en los últimos tiempos. El undísono mar danzaba a sus pies, trayendo el eco de su amada voz en cada gota de espuma, en cada soplo de brisa, en cada destello del agua.
Como cada año, traspasaba la baranda de madera, cerraba los ojos, extendía los brazos y se dejaba caer, anhelando el choque contra las rocas que le llevase, al fin, con ella. Y, como cada año, se sumergía suavemente entre las olas, frenado por una fuerza invisible que dejaba el rastro de un beso salado en sus labios antes de disolverse en los azules reflejos. Hasta el año siguiente.
Ganador del mes en el IX Concurso de Microrrelatos del Círculo Cultural Bezmiliana (Rincón de la Victoria, Málaga), septiembre 2024
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