Desde que él está en casa, a mamá se la ve más contenta. Todos estamos de acuerdo en que es mucho mejor que papá.
A mí me lee cuentos por las noches hasta que me duermo, sin una sola protesta, ni siquiera si le hago repetir varias veces la misma historia. Tiene una paciencia infinita con Carlitos, que ahora está pasando por esa incómoda fase de escupir la comida, pero cuando vuelve mamá del trabajo, él ya tiene relucientes el suelo y las paredes de la cocina, como si no hubiera pasado nada. Además, nunca nunca nunca se enfada con nosotros ni nos grita.
Pero lo más importante, según mamá, es que si se estropea, como le pasó a papá, no tendremos que ensuciarnos cavando un hoyo en el jardín de atrás: bastará con apretar el botón que pone “off”.
Publicado en la Revista Digital "Pansélinos" nº 32 (septiembre 2024)
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