Aún conservaba cierta esperanza de avivar nuestra pasión con el vestido rojo, muy ceñido, muy corto y muy escotado, que acababa de comprarme. La cara de alegría de Ernesto al entrar en el salón y verme reclinada en el sofá con él puesto no tuvo precio. Tampoco lo tuvo mi cara de estupefacción al verle salir corriendo a coger la cámara de fotos para disparar como un loco desde todos los ángulos habidos y por haber, antes de encerrarse en el cuarto de revelado. Puse los ojos en blanco y le di quince minutos para hacer la maleta.
Publicado en la web de la Fundación Cinco Palabras (octubre 2024)
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