El anciano se sentó resoplando en el banco de madera de la vieja estación del pueblo, como cada tarde. Le gustaba estar allí, recordando trenes. Como aquel del que se bajó pizpireta su novia tres días antes de la boda. O aquel tras cuya ventanilla agitaba la mano su hijo mayor cuando se marchó a estudiar a la capital. O aquel otro que todos los fines de semana de verano le traía a su hija y sus dos nietos con sus eternas sonrisas. Trenes. Recuerdos. Toda una vida.
Finalista en el XII Certamen de Relatos "El tren y el viaje" (RENFE), mayo 2018
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