Tampoco hoy encontré trabajo en el sótano: todo estaba impoluto y en perfecto orden. Contemplé satisfecho los baúles alineados contra la pared, cada uno con su etiqueta, bien asegurados con recias sogas. El abuelo estaría orgulloso de mí. Me acerqué al primer arcón y le di unos cariñosos golpecitos. Luego acaricié levemente la madera del segundo. La abuelita reconocería un trabajo bien hecho. Al pasar junto al tercero, sentí un escalofrío de repulsión. Papá nunca me miró con buenos ojos, su favorito siempre fue Nicolás. Le saqué la lengua al último baúl de la fila y volví al comedor, a seguir viendo la tele.
Ganador semanal Relatos En Cadena de la SER (septiembre 2019, semana 4)
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