- ¡Veintisiete!
La mujer levantó el papelito arrugado entre sus dedos: era su turno. Avanzó hacia la mesa y se sentó frente al joven que tecleaba en el ordenador. Contó los segundos hasta que dejó de escribir y la miró a los ojos: veintisiete.
Le tendió un fajo de papeles y él los revisó brevemente antes de dejarlos sobre el escritorio y volver a teclear. La mujer aprovechó para estudiar sus manos. Manos de músico, aunque le faltaba la confianza para preguntarle por su instrumento favorito. Manos de amante, aunque le faltaba el valor para inclinarse sobre la mesa y robarle un beso.
Parpadeó, confusa, al advertir su mirada inquisitiva.
- ¿Qué?
- Veintisiete euros.
- Ah.
- Y una firmita.
Con dedos trémulos, estampó en el impreso una penosa imitación de su propia firma, recogió la copia sellada de los documentos y, sin ninguna excusa para prolongar más la gestión, se despidió con un escueto cabeceo.
El joven sonrió y archivó la solicitud. Era ya el expediente número veintisiete de la insistente señora. Luego, la observó disimuladamente mientras cruzaba la sala rumbo a la puerta y suspiró ante el sutil contoneo de aquella falda de cuadros que le traía loco.
Finalista en la I edición del Certamen "Un amor, cualquier amor" (Bibliotecas Municipales de Leganés), abril 2021
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