Ahora golpearé la tumba con los nudillos y pegaré la oreja a la lápida de mármol. Sus instrucciones fueron bien claras: desde el sepelio, repetir este procedimiento a diario hasta oír tres toques en respuesta; entonces, levantar la losa y sacarlo del ataúd. Los primeros días aguzaba el oído y contenía el aliento; con el paso de los meses lo hacía ya por rutina al llevarle flores frescas. Hoy, tras doce años, por fin han sonado los tres golpes. He arreglado las flores y me he alejado con calma, mientras los golpes seguían resonando frenéticos a mi espalda.
Finalista Relatos En Cadena de la SER (enero 2022, semana 14)
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