Pablito llevaba ya un buen rato con la nariz pegada al escaparate de la tienda. Al otro lado, un montón de figuritas se desplegaban sobre montañas de corcho, ríos de papel de plata y prados de musgo artificial, como cada Navidad. Cuando la tienda quedó vacía, el dueño apagó las luces y echó el cierre mientras charlaba con la madre de Pablito. El Belén quedó iluminado tan sólo por las diminutas bombillas de colores ocultas en las casitas.
Entonces, el niño vio atónito cómo los pastores se ponían a bailar, el Ángel salía volando, dos soldados bajaban la colina y una oveja cruzaba el puente a saltitos. Incluso llegó a sus oídos el berrido de los reales camellos al trasponer una loma. Cuando su madre se lo llevó a rastras, Pablito era incapaz de cerrar la boca y sólo atinó a sonreír al Niño Jesús, que le guiñaba un ojo.
Ganador del II Certamen de Microrrelatos "Entre belenes y sentimientos" (Asociación de Belenistas de Hoyo de Manzanares), diciembre 2022
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